México, DF.- Dicen que quien no conoce la historia se encuentra condenado a repetirla. No sé si “Miladi Di”, el alias de Diana Villanueva, la conozca. El punto es que su obra De princesa a méndiga. Y no vivieron felices para siempre…, muestra ignorancia de una de las aristas de la discusión de los temas de género que datan desde los años sesenta, o sea de hace aproximadamente cuarenta y siete años. El ángulo a la que me refiero es aquel que se finca en el conflicto entre el hombre y la mujer, abstrayendo de él las condiciones sociales que lo determinan. En esta extrapolación, uno de los dos, el hombre o la mujer, resulta víctima o bandido. Esta simplificación atraerá muchos defensores e innumerables opositores, aunque, como toda reducción, pase por alto la complejidad de las relaciones heterosexuales y de la crisis que aqueja al matrimonio y a las relaciones de pareja entre hombre y mujer. Pero bien, vayamos al libro.

A lo largo de sus nueve partes construye un arquetipo semejante a la casa del jabonero, en donde “el que no cae resbala”. En este esquema se configura un antihéroe que es el recipiendario de todos los vicios y defectos. Y una heroína que es un verdadero dechado de virtudes, y a la vez la víctima propiciatoria de aquel verdugo. Aquí, el libro se torna ingenuamente seductor, y quizá por eso resulte divertido y atractivo para fanáticas y detractores.

Los arquetipos literarios tornan verosímiles (hasta rayar en lo “verdadero”) los casos y situaciones que exaltan. Por ejemplo, “el hombre” es pedorro, borracho, mentiroso, desobligado con la familia y las tareas del hogar, panzón, pandroso, inmaduro, tosco, falto de tacto, adicto al zapping, insensible, olvidadizo, cobarde, misoadicto, superficial…, y una larga lista de chuladas. “La mujer”, todo lo contrario y, además, princesa. La dinámica del arquetipo de Miladi resulta en un juego simple de espejos; las imágenes reflectas son una a una, y una.

La autora confiesa haber partido de una experiencia personal. “Tengo que admitirlo, este libro es mi venganza contra las injusticias en las relaciones de pareja. No se trata de una revancha personal, es una especie de clamor colectivo de muchas mujeres que hemos padecido a esas insignificantes criaturas del señor llamadas hombres.” Y agrega, “Estas palabras surgen de la observación y registro de incontables conversaciones entre amigas: casadas, solteras, viudas, separadas, en unión libre, divorciadas, con y sin hijos, en los veintes, treintas, cuarentas o más.”

Suele constituirse en un error metodológico universalizar el cristal a través del cual miramos y proyectarlo al absoluto. ¿Cuántas son “muchas mujeres” y cuántas “incontables conversaciones entre amigas”?

En otro orden, considero que la obra tiene sus méritos. Está bien escrito. Básico cuando se publican libros. Es ameno y bien editado. Y la reflexión de la segunda parte o a partir de la mitad, profundamente humana. Y esto no tiene género. Alude a nuestra capacidad de amar y hacernos amar.