‘’La masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado” Gustave Le Bon.
Si bien el fantástico efecto viral de las redes sociales ha quedado en evidencia en los últimos tiempos, en días recientes hemos traspasado una delgada línea entre el acto de retransmitir o curar contenidos y efectuar una acción, un reto con evidencia en video, bajo el soporte de una causa, de la cual, sin minimizar, no pretendo profundizar.
Lo que invita al análisis es el acto masivo, mecánico y casi irracional de ponerse frente a una cámara de video o teléfono y arrojarse un balde con agua helada. Estemos frente a un fenómeno auténtico de psicología de masas, donde hay menor racionalidad pero descubre los peligros que un fenómeno así puede representar en el futuro.
Según la Wikipedia, la psicología de masas es el estudio del comportamiento de los grupos colectivos. Es decir, esta rama se encarga de investigar el porqué los individuos se contagian del comportamiento de los demás y se limitan a repetirlo sin cuestionarse nada. Una persona que forma parte de una masa deja de ser independiente, es más, se subordina al grupo al que pertenece.
La imitación del acto, por encima de la intención que lo provoca, podría inferirse como una forma de estar en lo actual, en lo que “sucede”, pero también nos remite a aquella escena en el planeta de los simios en que se imita al líder sin mayor juicio, todos somos y estamos contigo.
Entre el acto provocador y la imitación hay un espacio, que se llena con la reflexión o el juicio crítico para comprender su verdadera intención, que en este caso es una noble causa. Sin embargo la viralidad de la acción nos hace preguntar ¿hacia cuál dirección nos llevan las redes sociales? O debería decir ¿qué sentido debo dar a la red social?. Quién está al servicio de quién, un dilema moderno por resolver.
Si bien existe una causa para asumir el reto, que es el combate a la Esclerosis Múltiple (la cual no está en ningún momento a discusión), el fenómeno de la imitación es que deja preocupación acerca de efectuar un acto no agradable basado en la mera imitación, de un amigo cercano que nos nominó o invitó a hacerlo, o de un político actor o personaje público, del cual gozamos verlo gritar con el agua fría en su cabeza.
La gran pregunta es, si somos capaces de participar en el Ice Bucket Challenge por imitación y por convocatoria a través de las redes sociales, ¿de qué seremos capaces más adelante sin cuestionar? ¿Será que en el futuro nuestro comportamiento colectivo regrese al esquema de masas poco cuestionadoras, como fue en el inicio de los medios masivos de comunicación?.
Aquí existe una gran contradicción de la cual invito al lector a reflexionar. Las redes sociales representan medios libres, bilaterales y democráticos, en los cuales tenemos la posibilidad de retroalimentar, censurar y criticar con libertad, salvo que nos encontremos en Siria o Iran, al sistema, a las marcas y a lo que no nos gusta. Gozamos de esta libertad de expresión digital de la cual en ocasiones hasta exageramos nuestro status, alteramos nuestro aspecto con photoshop y encarnamos personajes que no somos, pero de pronto damos un retroceso, nos embarcarmos en una causa altruista basada en un reto acompañado de un acto irracional, que genera si un reto y una causa, pero ¿cuantos no lo hicieron sin cuestionar? Estemos atentos ya que así inicio la Alemania de Goebbels, los tiempos dorados de Castro en Cuba y del PRI en México, y así lo vivimos con aquella escena del Planeta de los Simios.
