Por Alvaro Rattinger
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El buró junto a mi cama ha cambiado de manera radical en los últimos 10 años. Mis libros ahora son acompañados por un kindle para leer y una tableta para navegar. Cables para cargar dispositivos cuelgan en desorden en lugar de las plumas de antaño, y mi reloj despertador desapareció en algún momento –sin que lo extrañe mucho– ahora mi teléfono hace las veces de alarma. Detrás una regleta de contactos brilla y da energía diaria a mi dependencia tecnológica. Me considero una persona afín a los gadgets; sin embargo, sigo con la costumbre de leer revistas y libros impresos por encima de las versiones digitales.
Mi rutina diaria cambió, antes me preocupaba por comer de manera saludable a través de consejos y dietas de terceros. Ahora una aplicación móvil se encarga de mantener mi dieta balanceada. Me levanto y lo primero que hago (después de apagar la alarma en mi teléfono) es revisar y contestar mensajes. No falta mucho tiempo para que todo esta información se presente directamente en mi espejo o tal vez proyectada en el techo. Las cosas son muy distintas y avanzan más rápido de lo esperado.
Este texto seguramente molestará y más de un amable lector me hará llegar una fuerte opinión sobre mis pronósticos. Sin embargo, la intención no es increpar, todo lo contrario, espero de todo corazón que estas líneas sirvan como alerta y ejercicio de preparación de lo inevitable.
Nutriólogo y asesor de salud personal
De manera muy discreta las principales marcas han volteado su atención al mercado de la salud personal. En el año 2000 la consultora Capgemini alertaba de una tendencia de fitness que tomaría al mundo por sorpresa. Las empresas de tecnología son las que más han capitalizado este fenómeno. Apple, Samsung, Nike, Sony y muchas otras han lanzado iniciativas para medir la actividad, dieta y hábitos de millones de consumidores. Empresas como MyNetDiary ofrecen sofisticadas herramientas para dar seguimiento y consejos de lo que una persona debe comer. La ironía es que estos modelos son resultado de grandes generalizaciones y no son substituto para una asesoría personal y médica; sin embargo, los consumidores parecen estar contentos con evitar todo ese proceso y que su teléfono (o reloj) les diga si su comida fue la correcta.
Taxistas y choferes en general
Google ha pronosticado que la mayor parte de los autos podrán manejase solos en menos de 10 años. Audi por su lado ha lanzado programas piloto para crear sistemas de automatización total que pueden evitar la interacción humana al volante. Hoy el mapping de ciudades se hace sin ayuda de conductores y las cifras de accidentes parecen suficientemente bajas para considerar un éxito el ejercicio. Lo más grave de este pronóstico es el gran número de seres humanos que viven de manejar un auto, camión o transporte público. Tristemente las empresas podrían preferir un auto que cumpla su ruta a partir de la “nube” sin conflictos de cansancio o nivel de visibilidad. La ironía es que la desaparición de estos empleos es facilitada por el uso de herramientas de tráfico en tiempo real como Waze, los consumidores seremos los arquitectos de la desaparición de estos empleos.
Piloto aviador
Los Drones han avanzado radicalmente en los últimos años, en los congresos de los Estados Unidos y en Europa se discute la regulación y reglas para su operación. Por ejemplo, Coca Cola lanzó la entrega de latas a trabajadores en un rascacielos de Singapur con la ayuda de estos aparatos voladores. Hoy son manejados por operadores a distancia; sin embargo, el nivel de complejidad es muy distinto al de un piloto aviador y el entrenamiento es radicalmente más simple. Es cierto, faltan años antes de que los pilotos desaparezcan de las cabinas de aviones comerciales, pero su rol se disminuirá paulatinamente hasta relegarse en supervisores presenciales. Las cabinas de pilotos se han sofisticado a tal grado que el término “piloto automático” ha tomado un nuevo significado. Las nuevas avionetas Cessna cuentan con instrumentos desplegados en paneles electrónicos que reemplazan los instrumentos de antaño.
Traductores
Un nicho de trabajo que tiende a desaparecer casi por completo. Me parece una de las ironías más grandes de la era tecnológica. El servicio en línea se ha perfeccionado a través de la suma de aportaciones de todos los seres humanos que lo utilizan. No importa que su calidad todavía no sea comparable con un profesional, la demanda por estos servicios se ha colapsado por lo que el pago no justifica dedicar una vida a este trabajo. En contraste, las traducciones de temas técnicos o contextuales serán una gran oportunidad para los profesionales, un contrato o manual técnico requerirá mayor especialización y por ende la contraprestación será más alta.
Manufactura básica
La impresión 3D ya no es un tema en desarrollo o una prueba de concepto, hoy es una industria en plena aceleración. Su adopción por empresas de manufactura sigue siendo muy baja, los moldes tradicionales y el armados a mano o semiautomatizados son la norma. Sin embargo, esto cambiará drásticamente en los próximos años. Las empresas que fabrican bienes comerciales sin complejidad tecnológica (taza, llavero, botella etc…) verán beneficios en producir bajo demanda con mayor eficiencia a través de tecnología de impresión 3D.
Lo que más me asusta es que en la era de mayor innovación tecnológica de la historia de la humanidad también sea una en la que simplemente no se pueden recobrar empleos. Tal vez estemos frente a una nueva etapa de “neo comunismo capitalista” en la que el trabajo desaparezca y las máquinas hagan todo. No soy un fatalista, creo que la humanidad encontrará formas de reinventar el trabajo y las profesiones. En realidad no son necesariamente las profesiones las que están en riesgo, son los profesionistas lo que podrían perder su ventaja si deciden ignorar los cambios y no mejoran en su oferta. Estamos obligados a realizar un análisis diario de nuestra profesiones y entender que las pone en riesgo, a partir de ello crear estrategias para salir adelante.
Recuerden que vivimos en un tiempo en el que el dumping y los monopolios no son mal vistos. En Silicon Valley (cuna de la innovación tecnológica) la palabra clave es “disrupción”, lamentablemente es fácil ser “disruptivo” en ese modelo, sólo implica regalar algo por lo que hoy se paga, ver WhatsApp, Netflix o muchos otros ejemplos para entender a que me refiero. En algún momento alguien tendrá que poner un freno a la destrucción de empleos en aras de la eficiencia o en consecuencia hacerse cargo de proveer sustento para los millones de desempleados.