La organización de nuestra ignorancia y no necesariamente el cúmulo de los conocimientos, es la manera en la que varios especialistas en creatividad conceptúan a la capacidad de innovación.

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Y es que en el eterno debate sobre si es posible enseñar a alguien a ser creativo o a explotar sus capacidades de inventiva, en realidad de lo que se habla es de una forma de entrenamiento, una serie de procedimientos que ayudan a la gente a pensar de manera distinta.

Y es tan útil enseñar a la gente a pensar de manera distinta, que incluso esta clase de ejercicios sirven no sólo para los creativos al interior de una agencia, sino que también son de ayuda para los ejecutivos de cualquier departamento comercial o incluso para ingenieros, áreas legales o de finanzas, las cuales también se pueden beneficiar del proceso atrás de obtener información y organizarla de un modo tan disruptivo, que les permite explotar de mejor manera su forma de hacer cualquier trabajo.

Al final, no se trata de convertir a toda la gente en genios capaces de inventar cualquier campaña o artilugio innovador, sobre todo si se considera que la “genialidad” en muchos casos puede ser sólo una forma de ver y analizar las cosas. A veces, se tiene suficiente con observar de una forma distinta la manera en la que se puede de conectar un foco en un toma corriente, hecho que puede convertir a este simple hecho en un nuevo negocio de proporciones continentales.

Desde el cerebro

Las capacidades que se requieren para incentivar el potencial creativo de cualquier profesionista, tiene que ver con lo siguiente:

1. Contar con los conocimientos suficientes sobre cualquier problemática que se quiera perfilar innovadoramente. Muy fácil, se trata de hacerse de información y mientras más se tenga, mejor.

2. Incremento en la habilidad del profesional de sentir… reiteramos… sentir, además de definir el reto en cuestión. Se trata de intentar ser empático desde varios aspectos o perspectivas.

3. Un medio ambiente óptimo para el desarrollo del pensamiento innovador, en donde no se esté en operaciones continuas, por cuando menos unos veinte minutos. Es decir, hay que hacerse el hábito de hacer una pausa para la reflexión.

4. Si se requiere profundización en la información recabada, se puede lograr mediante conversaciones con especialistas que ofrezcan distintos puntos de vista.

5. Resulta muy conveniente estimular la apertura y la flexibilidad intelectual enfrentando la misma problemática a diversas circunstancias o ideologías. Un innovador, un verdadero creativo no se puede dar el lujo de mirar las cosas de manera conservadora u ortodoxa. Hay que ser experto en el cambio.

6. Y quizá la parte más difícil de calibrar, sea la autoevaluación de los resultados, ya que se puede ser o demasiado condescendiente o en extremo autocrítico, de modo que la solución a un reto puede postergarse eternamente.

Sin embargo, creemos que si se enfrenta uno a una situación similar, es preferible no presentar un trabajo o una idea, si de entrada no le deja satisfecho al mismo autor, de entrada, porque casi seguramente a los interlocutores tampoco les dará satisfacción.