El trabajo también es como una relación de pareja, puede ser que estemos sumamente enamorados y en un idilio de amor inconmensurable, o también hay momentos en que suele fracturarse la relación y simple y sencillamente debemos decidir si nos quedamos a sufrir o la abandonamos y buscamos algo nuevo que logre atraernos y atraparnos de nuevo.
Por supuesto que en las oficinas habrá gente que esté pasando por un mal momento, tal vez el jefe no sea de su agrado, la rutina resulta tediosa, estar de malas todo el tiempo, pero tampoco hacemos un alto en el camino para hacer una autoevaluación y decidir si nos ponemos las pilas o de plano tenemos que abortar y buscar nuevos y mejores aires.
Así que, cuándo nos encontremos con alguien que ya está harto de su chamba, lo mejor es tener una plática y conocer cuáles son los problemas que tiene para saber si estamos en posibilidad de ayudarlo, pero si vemos que no modifica su actitud, lo mejor será separarlo porque el problema se podría permear con los demás empleados.
Lo complicado será detectar al personal que ya no quiere estar en la empresa porque odia lo que está haciendo, pues no lo manifestarán de manera abierta, aunque definitivamente existen ciertos elementos que podemos tomar en cuenta para indicarnos que un trabajador ya no está a gusto y que son los siguientes:
- Son muy indisciplinados
Las llegadas tarde son cada vez más frecuentes porque entre menos tiempo pasen en la oficina será mejor, se empiezan a exceder también con el horario de comida, faltan por lo menos tres veces en un mes, no siguen las instrucciones como se les indica para ejecutar las tareas que les son asignadas, se empiezan a vestir de forma desaliñada y se la pasan navegando en internet todo el tiempo.
- Aprovechan las redes sociales para hablar mal de la empresa
Tal parece que su enojo e insatisfacción lo quieren demostrar denostando a los compañeros de trabajo o hablando mal de la empresa a través de las redes sociales, con la intención de que todo mundo se entere que la compañía es la responsable de todos sus males, cuando en realidad lo que deberían de hacer es una autocrítica a su comportamiento y falta de competitividad dentro de la organización.
- Crean mal ambiente laboral
La gente que no quiere su trabajo empieza a hablar mal sus compañeros de equipo, generan chismes para desestabilizar al equipo, se reúnen de manera secreta con otros compañeros que están en la misma situación para generar mayor tensión, las reglas se las saltan, se convierten en arrogantes, creen que los miembros del equipo deben seguir su comportamiento y al jefe lo ven como un cero a la izquierda.
- Están enfermos todo el tiempo
Debido a que padecen un estrés constante, su sistema inmunológico empieza a debilitarse y las enfermedades estarán a la orden del día, lo cual lo aprovecharán para faltar de manera frecuente. Son propensos también a padecer depresión por su situación tan frustrante en la que viven y las visitas al médico no se harán esperar.
- La relación de pareja está en el hoyo
Como una consecuencia de la frustración por la que están pasando, por lo general los problemas los llevan a la casa y la pareja es la que termina pagando los platos rotos, pues es cuando descargarán todo su enfado y las palabras altisonantes, en el mejor de los casos, serán su mejor manera de expresar su enojo acumulado.
- Prefieren que los corran a firmar su renuncia
Pero eso sí, todo el tiempo están insinuando con los compañeros de trabajo que están esperando a que los corran para irse por lo menos con algo de lana porque aparte de que ya no son competentes le tienen un miedo a renunciar por la triste justificación de conservar una antigüedad.
La recomendación para alguien que ya no está a gusto con su trabajo es buscar algo nuevo, que lo atraiga, que lo enganche, que lo apasione y que lo enamore. Si no se arriesgan a cambiarse de empleo es porque les gusta también quedarse en una zona de confort que representa un trabajo seguro, donde no estén a gusto pero con un ingreso constante, y es ahí donde deben actuar los líderes de los equipos para tener que tomar la decisión de separarlos de la empresa, porque más adelante se podrán convertir en una piedra en el zapato que jamás se podrán quitar.