Luego de pensarnos mucho el debate por las reformas energéticas, existen conclusiones que nos permiten sugerirle a los estrategas de negocios qué camino NO deben seguir para volver a sus empresas exitosas.
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Y como prefacio se puede decir que antes de que se diera el debate por las reformas en el sector energético, todas las fuerzas políticas del país, pasando de la ultra derecha y hasta la izquierda radical, así como los miembros de la academia y de las ciencias de todas las corrientes ideológicas coincidían en la urgencia de que Pemex y CFE pasaran por un proceso de cambios que apuntaran hacia la modernización, a la eficiencia y a la productividad.
No obstante, en función de ese gran objetivo, resulta que es en los pasos a seguir en donde se ha dado lo más intenso del debate, y ya que es la propuesta de la derecha la que se ha impuesto en cuanto al paquete de reformas en el sector —mediante la apertura a la inversión privada— en consecuencia, la administración federal, a través de una buena inversión en medios, apela a la fe de los mexicanos para que esperen que el rumbo tomado es el correcto para el futuro del país y sus ciudadanos.
Sin embargo, la mayor parte de la población de lo que más carece en la actualidad es de fe, credibilidad o confianza en las autoridades e instituciones, la cual en el mejor de los casos sostendrá una postura respecto al tema de “estará por verse…”, así como de apatía o de franca oposición a las medidas ya legisladas.
Pero desde la perspectiva de las técnicas de mercado, el futuro que se le delinea a Pemex dejan ciertas reflexiones que no se han ventilado mucho en los medios, como que:
1. No sólo es falta de competencia, es una pésima gestión.
Hoy Pemex extrae, refina, importa y vende sus productos en un mercado en donde tiene el control, además de que comercia parte de su producción al extranjero, y con ello es la compañía que más dinero genera en el país (con casi 1.8 billones de pesos de ventas al año), aunque sus pasivos por motivos fiscales y de operaciones, entre otros, le tienen en pérdidas.
A la falta de competencia y al proteccionismo que deriva de ello se le atribuyen dichas ineficiencias, aunque llama la atención que nunca se haga mención suficiente sobre los notorios errores de gestión de sus direcciones y de su sindicato para el logro de tan malos resultados a lo largo del tiempo.
Así ¿por qué primero no se ha tratado de trabajar desde adentro? Ya que por mucho que se modifiquen las condiciones externas, si la cultura interna es mala, la inercia en descomposición la pueden conducir al fracaso en el entorno del mercado abierto.
Y esto ya se vio durante la privatización de otros sectores de paraestatales, como el bancario, por ejemplo, que terminó mayormente en manos de empresas extranjeras, que sacan usufructo del dinero de los mexicanos y que compiten en un mercado en el que se tiene una de las más elevadas diferencias del mundo entre las tasas pasivas y activas.
2. Declararse incapaz para modernizarse y hacerse eficiente.
Asumir que la empresa es incapaz de modernizarse y volverse eficiente es una renuncia tácita ante una lucha que ni siquiera tuvo la oportunidad de librarse. Ese es el argumento sobre el que se consciente sobre la apertura a la iniciativa privada, de modo que se le otorgará valores sustanciales de la producción a quienes en efecto serán competidores.
La realidad es que nunca se hizo un esfuerzo por destinar recursos a la ciencia y la innovación mexicana en Pemex para que existiera un área de investigación y desarrollo, la cual produjera la tecnología más avanzada de extracción, refinamiento y producción del mundo ¿O de verdad se cree que una empresa que factura al año más de un billón de pesos no podría hacerlo?
Y a la fecha todavía no se conoce de un plan de inversión para la apertura de nuevas refinerías de Pemex, sumado al hecho de que se aprecia mucha ingenuidad al pretender que las grandes multinacionales del petróleo pondrán, sin restricciones y total apertura, lo más avanzado de su tecnología al servicio del pueblo de México y para compartirla con Pemex.
De este modo, queda la sensación de que a las empresas multinacionales se les permitirá extraer los recursos, para que nos ofrezcan de regreso, y al precio que ellos determinen, los productos derivados por ellos y ¿de verdad somos tan ineptos los mexicanos que no somos capaces de generar nuestros propios derivados petroleros? Visto desde otra perspectiva, ¿qué será más valioso: extraer y vender sólo metal, o fabricar el carro completo con toda la calidad y servicios relacionados? Los mercadólogos saben esta respuesta.
3. No todo lo que es iniciativa privada es oro
Tampoco iniciativa privada es necesariamente igual a mejores prácticas, y recordar a Enron Corp. durante 2001 es poner en la memoria a uno de los más lamentables casos de corrupción perpetrados desde una empresa pública de capital privado, y cuya anécdota se cuenta con suficiencia para los interesados en el documental del 2005 The Smartest Guys in the Room.
Este documento retrata uno de los mayores escándalos financieros de la historia reciente, el cual cuenta cómo los altos ejecutivos de la firma, la séptima más importante de los EUA, se hicieron con más de mil millones de dólares, mientras sus empleados y accionistas lo perdían todo.
Al final, lo que se aprecia en las reformas es prisa por darle un empujón a la productividad y la eficiencia de la industria energética mexicana, y aunque no siempre las vías rápidas son la mejor respuesta para asegurar el bienestar futuro, lo que más preocupa es que aún no se sabe cuáles son las medidas de comunicación y gestión interna que harán evolucionar positivamente lo que a todas luces se aprecia como una cultura corporativa no propicia para el crecimiento sano y la expansión.
De esta manera, junto con las promesas que a diario emite la comunicación oficial, habremos de revisar, entre otras cosas, que si los niveles de ventas de Pemex no se mantendrán por los 1.8 billones de pesos, por lo menos que la utilidad de la firma enseñe cifras positivas y no pérdidas como hoy sucede.
Asimismo, lo que más le interesa al público es que en efecto los precios de venta al público sean de lo más competitivos para el consumidor en función del salario mínimo, lo que al final, sin duda será un factor de calificación para las elecciones federales del 2018.