Internacional. Aunque muchas personas aparenten invulnerabilidad en el ámbito profesional, todos -absolutamente todos- estamos propensos a pasar por alguno de los 3 estados de pánico que nos perseguirán durante toda la vida. Y más allá de tratar de evitarlos haciendo de cuenta que no existen (o que a nosotros no nos pasará jamás), la mejor forma de superar estos obstáculos es aprender a reconocerlos y obtener la mayor experiencia posible de estos sentimientos.
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Por esa razón, es importante conocer cuáles son los miedos más comunes que sufren las personas en edad laboral, no importa la rama de especialidad o la industria en la que se encuentren:
1.- Miedo al fracaso
Este temor parte de las expectativas personales y aspiraciones que los individuos imponen en su vida. No es un error soñar e idealizar nuestro futuro de determinada forma, sin embargo hay que ser realistas y saber valorar si nos encontramos en el camino de la realización de nuestros proyectos o si nuestros sentimientos se tratan de meras ilusiones.
Cuando uno emprende el camino hacia el éxito, hay que estar conscientes de que el fracaso viene de la mano: congelarnos ante la primera derrota (incluso antes de sufrirla) no es la mejor forma de obtener los frutos de la experiencia que nos llevarán a la victoria.
2.- Miedo a no ser “suficiente”
En el trabajo o incluso como pareja o a nivel personal, el miedo a no ser suficientes tiene un sólo origen: la importancia que le damos a las expectativas que los demás tienen sobre nuestras vidas. Si bien es un hecho que la opinión externa es importante, pues nos da herramientas para cambiar aspectos nocivos y mejorar nuestra calidad de vida, centrar nuestra atención en el “qué dirán” nos llevará a un irremediable miedo a no ser suficientes. El motivo es simple: nunca podremos complacer a todos ni tampoco ser lo que los demás quieren que seamos.
3.- Miedo al cambio
Si tu hambre de triunfo es fuerte, conviene que te vayas acostumbrando a la renovación permanente. Si algo nos enseña la metáfora mitológica del ave fénix es que para poder renacer, el ser tiene que arder por completo o estar dispuesto a una transformación radical. Todas las personas exitosas en el mundo han logrado comprender que, con tal de innovar, hay que transformar nuestro miedo al cambio en un impulso permanente por encontrar nuevas formas de hacer las cosas.