Llegué a Bogotá para ayudar a varias marcas nacionales para entrar al mercado mexicano. Encontré interés y escepticismo en los empresarios colombianos. Los exitosos son orgullosos, nacionalistas, conservadores y escépticos. Por un lado, se les hace agua la boca un mercado tan grande -algo así como 120 millones de personas y ahora con el T-MEC con EE.UU y Canadá serán algo así como 600 millones de clientes potenciales-. México es el país de LATAM que tiene la inflación más baja desde hace 25 años -baila entre un 2 o 3 % anual-. Un peso mexicano fuerte. Hay mucho entusiasmo para entrar al mercado popular mexicano porque está empedrado ideológicamente y anímicamente porque ven que su voto valió igual o mucho más que otras clases sociales más acomodadas para elegir a un presidente de una izquierda radical, progresista, social humanista. Independientemente de su estrato social o su segmento de mercado. Son cerca de 50 millones de clientes mexicanos, gastadores, aspiraciones y con ganas de cambiar a su país. Hartos del clasismo y con ganas de revancha. Entonces este segmento se siente contento, bien escuchado y con poder de decisión. Al mismo tiempo comenzará a comprar mucho más para conservar o escalar su estilo de vida. Lo aspiracional es humano y verdad de vida. Todos los días.
Pero no divaguemos por el momento con el segmento popular emergente en todo el mundo, luego hablaré con más detalle de esto. Con datos duros y razones lógicas. El mercado colombiano me tiene cautivado. Es como México. Muy divertido. Tienen similitudes pero al mismo tiempo diferencias muy importantes. Llegué a Bogotá y me recibieron a caserolazos, con un paro nacional pidiendo demandas como acceso a la educación universitaria y no ser etiquetados con estratos y marcados como clases sociales de por vida, ¿De qué se trata esto de los estratos en Bogotá? Algo muy loco y podmoderno. Como salido del un episodio de Black Mirror. Dividen la ciudad en estratos, entre más ricos y más pobres. Así de fácil. Un estrato 1 es el segmento popular casi en pobreza extrema, y así sucesivamente, del 2 al 3 y 4, 5 y 6 son los que tienen un mayor poder adquisitivo. En México antes se etiquetaba del A al E. En los tiempos de las cavernas siendo el A los más ricos y el D ó el E los más pobres. Ojo, la mercadotecnia no discrimina, sólo a segmenta para entregar soluciones, mejor calidad de vida y experiencias a las personas que los necesitan. Literal vas caminando por la calle con un Rolo -Gentilicio de los nacidos en Bogotá- y no sé como, pero parece que existen fronteras invisibles para dividir la ciudad en estratos -Capa o nivel de una sociedad, según el diccionario de la RAE-. Algo así como particionar entre ricos y pobres una ciudad de 10 millones de habitantes. Loco, posmoderno, surrealista y aliciente. Tengo una pregunta: ¿Si naciste estrato 1, puedes subir al 6 al cabo de tu vida? ¿O al revés, si eres un 6 y te va mal económicamente, te bajan al 1 ó al 3? Interesante.
Mi punto de vista es que la nueva mercadotecnia no puede ser así ya. Ante este mundo tan polarizado que es un fenómeno social inevitable y ante este choque de civilizaciones, ideologías, estilos de vida y posturas ya no podemos hacer mercadotecnia así porque es ofensivo, políticamente incorrecto y ya no sirve. Es urgente una nueva segmentación universal, humana y sensata. Que no discrimine, que no ofenda. Que incluya la realidad de las realidades, la vida digital, la posmodernidad, lo offline y lo online.
La nueva segmentación del siglo 21 es una deuda que tenemos todos con todos. Es indispensable que no sirva para hacer crecer el clasismo, que no sirva para polarizar. Que tampoco sea radical en dramatizar las emociones y posturas de los enfermos humanos que vivimos aquí en el planeta tierra.
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